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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 100

Los preceptos morales de la ley antigua

ARTÍCULO 5

 

¿Están bien enumerados los preceptos del decálogo?

 

 

Objeciones por las que parece que los preceptos del decálogo no están convenientemente enumerados.

 

1. El pecado, según San Ambrosio, es una trasgresión de la ley divina, una desobediencia a los mandatos del cielo. Ahora bien, los pecados se distinguen según que el hombre peque contra Dios, contra el prójimo o contra sí mismo; y como entre los preceptos del decálogo aparece ningún precepto que regule las relaciones del hombre consigo mismo, sino sólo las que tiene con Dios y con el prójimo, parece que es insuficiente la enumeración de los preceptos del decálogo.

 

2. Pertenecía al culto divino la observancia del sábado y también la de las demás solemnidades y la ofrenda de sacrificios; pero entre los preceptos del decálogo sólo uno se refiere a la observancia del sábado; luego es preciso añadir otros tocantes a las otras solemnidades y a los ritos de los sacrificios.

 

3. Se peca contra Dios no sólo jurando, sino también blasfemando y mintiendo contra la verdad divina; pero no se aparece más que un precepto que prohíbe el perjurio, diciendo: No tomarás el nombre de tu Dios en vano; luego debe haber algún otro precepto que prohíba la blasfemia y las falsas doctrinas.

 

4. Como el hombre siente natural amor a los padres, también lo siente hacia los hijos. Aún más, el precepto de la caridad se extiende a todos los prójimos. Pero los preceptos del decálogo se ordenan a la caridad, según aquello de 1 Tim 1: El fin del precepto es la caridad; luego, como se pone un precepto sobre los padres, también deberían ponerse otros sobre los hijos y los demás prójimos.

 

5. En todo tipo de pecado se puede pecar de pensamiento y de obra; pero en algunos géneros de pecados, como en el hurto y el adulterio, se prohíbe en particular el pecado de obra, diciendo: No adulterarás, No hurtarás, y especialmente se prohíbe el pecado de pensamiento, cuando se dice: No codiciarás nada de tu prójimo, y no sedearás a su mujer; luego también se debió hacer lo mismo con el homicidio y el falso testimonio.

 

6. Como se peca por el desorden de la concupiscencia, también se peca por el de la potencia irascible. Pero en algunos preceptos se prohíbe la codicia desordenada, cuando se dice: No codiciarás; luego también debió ponerse en el decálogo algún precepto que prohibiera el desorden de la potencia irascible. En suma, que no parece que estén bien enumerados los diez preceptos del decálogo.

 

Contra esto: Está lo que se dice en Dt 4: Os ofreció su alianza y os mandó guardarla: los diez mandamientos, que escribió sobre dos tablas de piedra.

 

Solución: Según se ha dicho, así como los preceptos de la ley humana regulan la vida del hombre en relación con la sociedad humana, de la misma manera los preceptos de la ley divina ordenan la sociedad o república humana bajo la autoridad de Dios. Para que uno viva bien en sociedad se requieren dos cosas: primero, que se lleve bien con el que preside la sociedad; segundo, que haga lo mismo con los otros miembros de esa sociedad. Es, pues, preciso que la ley divina imponga preceptos que ordenen al hombre a Dios, y luego otros que le ordenen con los prójimos que conviven con él bajo el gobierno divino.

Pues bien, el hombre debe al príncipe de la comunidad lealtad, reverencia y servicio. La lealtad del hombre a su señor consiste en que no atribuya a otro el honor de la soberanía, y esto significa el primer precepto: No tendrás otros dioses. La reverencia al señor requiere no proferir cosa injuriosa contra él, y esto se contiene en el precepto que dice: No tomarás el nombre del Señor, tu Dios en vano. El servicio se debe al señor en correspondencia de los beneficios que de él reciben los súbditos, y a esto mira el tercer precepto sobre la santificación del sábado en memoria de la creación de las cosas.

Las relaciones con los prójimos son especiales y generales. Especiales con aquellos de quienes es deudor y a quienes ha de devolverles lo que les debe. A esto mira el precepto del honor a los padres. Las generales son las que se tienen con todos, no infiriéndoles daño alguno, ni de obra, ni de palabra, ni de pensamiento. De obra se infiere daño al prójimo, bien sea contra la propia persona, privándole de la vida, y esto se prohíbe cuando se dice: No matarás; bien sea contra la persona a él allegada para la propagación de la prole, y esto se prohíbe al decir No adulterarás; bien sea contra los bienes que posee para el sustento suyo y de su familia, y a esto mira el precepto No hurtarás. Los daños de palabra se prohíben por el precepto No dirás falso testimonio contra tu prójimo. Los daños de pensamiento se prohíben cuando se dice: No codiciarás.

Según esto, distinguimos tres preceptos que ordenan el hombre a Dios, de los cuales el primero es de obra y por eso dice: No harás imágenes talladas, el segundo, de palabra, y dice: No tomarás el nombre de tu Dios en vano; el tercero, de pensamiento, porque en la santificación del sábado, considerada como precepto moral, se prescribe la quietud del corazón en Dios. O, según San Agustín, por el primer precepto se honra la Unidad del primer principio; por el segundo, la Verdad divina, y con el tercero, su Bondad, por la cual somos santificados y en la cual descansamos como en nuestro fin.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. De dos maneras se puede responder: primero, que los preceptos del decálogo se refieren a los preceptos del amor. Se dio al hombre precepto sobre el amor s Dios y al prójimo porque en esto la ley natural se había oscurecido a causa del pecado, no en lo que toca al amor de sí mismo, porque en cuanto a esto la ley natural estaba en todo su vigor. O también porque el amor de sí mismo se incluye en el amor a Dios y al prójimo, pues entonces se ama verdaderamente el hombre cuando se ordena a Dios. Por esto, en los preceptos del decálogo sólo se ponen los referentes al prójimo y a Dios.

De otro modo se puede decir que los preceptos del decálogo son los que el pueblo recibe inmediatamente de Dios, según se dice en Dt 10: El escribió sobre estas tablas lo que estaba escrito en las primeras, los diez mandamientos, que el Señor os dijo. Y así los preceptos del decálogo debían ser tales que pudieran ser luego entendidos por el pueblo. El precepto implica un deber. Que por necesidad tenga el hombre deberes con Dios y con el prójimo, fácilmente lo entiende el hombre, y especialmente el creyente. Lo que no es tan claro es que deba al hombre algo que es de su exclusiva pertenencia. Parece, a primera vista, que en esto goza el hombre de plena libertad. Por esto los preceptos que prohíben los desórdenes del hombre consigo mismo, llegan al pueblo mediante la doctrina de los sabios, y, por tanto, no pertenecen al decálogo.

 

2. Todas las solemnidades de la ley antigua fueron instituidas en conmemoración de algún beneficio, bien como recuerdo de un suceso pasado, bien en figura de algo futuro. E igual era la razón de los sacrificios que se ofrecían. De todos los beneficios de Dios dignos de recuerdo, el primero y principal era el de la creación, que se conmemora en la santificación del sábado. Por esto, en Ex 20 se asigna como razón de este precepto: En seis días hizo Dios el cielo y la tierra, etc. Entre todos los beneficios futuros que debían ser prefigurados, el principal y el término de todos es el descanso de la mente en Dios, en la presente vida por la gracia y en la futura por la gloria, lo cual era figurado por la observancia del sábado. Por lo cual se dice en Is 58: Si te abstienes de viajar en sábado y de hacer tu voluntad en mi día santo, si miras como delicioso el sábado y lo santificas alabando al Señor... Estos son los beneficios que principalmente están grabados en la mente de los hombres, y más de los fieles. Cuanto a las otras solemnidades, se celebraban en memoria de algunos beneficios particulares y pasajeros, como la celebración de la Pascua en recuerdo de la pasada liberación egipcia y de la futura pasión de Cristo, que pasó, y nos introduce en el descanso del sábado espiritual. Por esto, omitidas todas las demás solemnidades y sacrificios, sólo se hace mención del sábado en los preceptos del decálogo.

 

3. Dice el Apóstol en Heb 6: Los hombres juran por algo mayor que ellos, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les sirve de garantía. He aquí por qué el juramento es común a todos, y por esto el desorden en el juramento está prohibido de forma especial en un precepto del decálogo. El pecado de falsa doctrina es de pocos, y por eso no era preciso hacer mención de él entre los preceptos del decálogo. Aunque todavía se pueden entender prohibidas en estas palabras: No tomarás en vano el nombre de tu Dios, las doctrinas falsas, según se expone en la Glosae: No dirás que Cristo es criatura.

 

4. La razón natural luego dicta al hombre que no debe hacer injuria a nadie, y por eso los preceptos del decálogo que prohíben hacer daño se extienden a todos. Pero la razón natural no dicta con la misma prontitud que se deba hacer algo en favor de otro, si no es que le sea debido. El deber del hijo para con el padre es tan claro, que no hay modo de negarlo, por ser el padre principio de la generación y del ser y, además, de la crianza e instrucción. Por esto no se impone en los preceptos del decálogo ninguno sobre prestar beneficio u obsequio a nadie, fuera de los padres. No se ve que los padres sean deudores de los hijos por algún beneficio recibido, sino más bien al contrario. El hijo, además, es algo del padre, y los padres aman a los hijos como algo suyo, según dice el Filósofo en VIII Ethic. Por estas razones no se da ningún precepto en el decálogo sobre el amor de los hijos, como no se da ninguno sobre las relaciones del hombre consigo mismo.

 

5. El deleite del adulterio y la utilidad de las riquezas son cosas de suyo apetecibles, pues tienen razón de bienes deleitables o útiles; por esto fue necesario prohibir no sólo la obra, sino también el deseo. Pero el homicidio y la falsedad inspiran de suyo horror porque amamos por naturaleza al prójimo y la verdad, y no se desean sino por otra cosa. No fue, pues, necesario prohibir en el pecado de homicidio o de falso testimonio sino la obra, no el pensamiento.

 

6. Según dijimos antes, todas las pasiones de la potencia irascible derivan de la concupiscible, y así en los preceptos del decálogo, que son como los primeros elementos de la ley, no había por qué hacer mención de las pasiones irascibles, sino sólo de las concupiscibles.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva