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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 102

Razón de los preceptos ceremoniales

ARTÍCULO 4

 

¿Se puede asignar razón suficiente para las ceremonias pertinentes a las cosas sagradas?

 

 

Objeciones por las que parece que no se puede asignar razón suficiente para las ceremonias de la antigua ley tocantes a las cosas sagradas.

 

1. Dice San Pablo en Act 17: Dios, que hizo el mundo y todo cuanto en él hay, siendo dueño del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos de hombre. Luego sin razón se estableció en la antigua ley un tabernáculo y un templo destinados al culto de Dios.

 

2. El estado de la ley antigua no fue cambiado sino por Cristo; ahora bien, el tabernáculo designaba el estado de la antigua ley; luego no debió cambiarse por la edificación de templo alguno.

 

3. La ley divina debe llevar a los hombres al culto divino, a cuyo aumento contribuye la multiplicación de los altares y de los templos, como se ve en la ley nueva; luego parece que en la ley vieja no debió haber un solo templo o un solo tabernáculo, sino muchos.

 

4. El tabernáculo, o el templo, estaba destinado al culto de Dios; pero en Dios, sobre todo, se deben honrar su unidad y su simplicidad; luego no parece conveniente que el tabernáculo o el templo estuviesen divididos por diversos velos.

 

5. El poder del primer Motor, que es Dios, se deja notar primero en oriente, donde empieza el primer movimiento; pero el tabernáculo fue instituido para la adoración de Dios; luego debía estar vuelto hacia el oriente más bien que hacia el occidente.

 

6. Mandó Dios en Ex 20 que no hicieran imágenes talladas ni representación alguna; luego no estuvo bien poner las imágenes talladas de los querubines en el tabernáculo o en el templo. Tampoco parece que había razón para que estuviesen allí el arca, y el propiciatorio, y el candelero, y la mesa, y el doble altar.

 

7. En Ex 20 mandó Dios que le hiciesen un altar de tierra y, además, que no subiesen por gradas a su altar; luego no estuvo bien mandado después fabricar un altar de madera, cubierto de oro y bronce, y de tanta altura que eran necesarias gradas para subir a él. En efecto, se dice en Ex 27: Harás un altar de madera de acacia, de cinco codos de largo y cinco de ancho y tres codos de alto, y le revestirás de bronce. Y en Ex 30: liarás también un altar para quemar el incienso, de madera de acacia y lo revestirás de oro purísimo.

 

8. Nada debe haber superfluo en las obras de Dios, pues tampoco se encuentra nada superfluo en las obras de la naturaleza. Ahora bien, para un tabernáculo o para una casa basta una sola cubierta; luego no fue conveniente que al tabernáculo le pusieran varias cubiertas, a saber, una de cortinas, otra de lana, otra de pieles de carnero teñidas de escarlata, y otra de pieles de color de jacinto.

 

9. La consagración exterior significa la santidad interior, cuyo sujeto es el alma; luego no había por qué consagrar el tabernáculo y sus utensilios, que eran cosas inanimadas.

 

10. Se dice en Sal 33: Bendeciré en toda ocasión al Señor; su alabanza estará siempre en mi boca. Sin embargo, se establecieron solemnidades para alabar a Dios; luego no parece conveniente que se estableciesen determinados días para celebrar estas solemnidades. En suma, que no parece que las ceremonias de las cosas sagradas tengan causas razonables.

 

Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Heb 8: Quienes hacen ofrendas según la ley, sirven ante lo que es imagen y sombra de lo celeste, según fue revelado a Moisés cuando se disponía a construir el tabernáculo: Mira, se le dijo, y hazlo todo según el modelo que te ha sido mostrado en el monte. Pero es muy razonable lo que representa la imagen de las cosas celestiales; luego las ceremonias de las cosas sagradas tienen causa razonable.

 

Solución: Todo el culto exterior de Dios principalmente se ordena a despertar en los hombres la reverencia hacia Dios. Pues es ésta la condición humana: que haga menos aprecio de las cosas comunes, que no se distinguen de las demás, y, al contrario, tengan en mayor respeto y reverencia las que, por alguna excelencia, se distinguen de las otras. De donde vino la costumbre entre los hombres de que los reyes y príncipes, a quienes corresponde ser reverenciados por sus súbditos, vistan más preciosos vestidos y habiten más amplias y suntuosas moradas. Por esta misma razón fue conveniente que se consagrasen al culto de Dios algunos tiempos especiales, y un especial tabernáculo, especiales vasos y especiales ministros, para llevar a los hombres a mayor reverencia de Dios.

Asimismo, como ya dijimos, el estado de la antigua ley había sido instituido para figurar el misterio de Cristo. Ahora bien, sólo una cosa concreta puede figurar otra y representar su semejanza, y por eso fue preciso establecer algunas observancias especiales tocantes al culto de Dios.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Dos cosas es preciso considerar en el culto divino, a saber, Dios, que es adorado, y los hombres que lo adoran. Cuanto a Dios, que es adorado, no puede ser encerrado en ningún espacio material, y, por tanto, no fue necesario que, por él, se fabricase tabernáculo o templo alguno. Pero los hombres que adoran a Dios son corporales, y les pareció oportuno levantar un tabernáculo o templo para el culto divino por dos motivos. Primero, para que los que se reuniesen en este lugar lo hiciesen con el pensamiento de que se trataba de adorar a Dios y se acercasen con la mayor reverencia. Segundo, a fin de que, con la disposición misma de tal templo o tabernáculo, se significase algo tocante a la excelencia de la divinidad o de la humanidad de Jesucristo.

Esto es lo que dijo Salomón en 3 Re 8: Si los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerle, ¡cuánto más esta casa que yo te he edificado! Y luego añade: Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre esta casa, de la que has dicho: En ella estará mi nombre, y oye la oración de tu siervo y de tu pueblo Israel. De donde se manifiesta que la casa del santuario no fue edificada para contener a Dios como morador de aquel lugar, sino para que el nombre de Dios habitase allí, es decir, para que la noticia de Dios se hiciera allí manifiesta mediante las cosas que allí se hacían o decían, y, por la reverencia del lugar, las oraciones se hicieran más dignas de ser oídas a causa de la devoción de los que oraban.

 

2. El estado de la ley antigua no se cambió antes de Cristo en cuanto al cumplimiento de la ley, que sólo fue realizado por Cristo; pero sí se cambió en cuanto a la condición del pueblo que estaba sometido a la ley. Pues primeramente peregrinó el pueblo por el desierto sin morada fija; luego sostuvo diversas guerras con las naciones vecinas, y por fin, en la época de David y Salomón, logró el pueblo un estado tranquilo. Y fue entonces cuando fue edificado el templo en el sitio que por divina inspiración había designado Abrahán como propio para inmolar. Pues se dice en Gén 22 que el Señor mandó a Abrahán que le ofreciese su hijo en holocausto sobre uno de los montes que le mostraría, y luego dice que fue llamado aquel lugar «El Señor ve», indicando que, según la previsión de Dios, aquel sitio había sido elegido para el culto divino. Por esto se dice en Dt 12: Vendréis al lugar que eligió el Señor, vuestro Dios, y ofreceréis vuestros holocaustos y víctimas.

Aquel lugar no convenía que fuera designado para la edificación del templo antes del tiempo predicho, por tres razones que aduce rabí Moisés. La primera, para que los gentiles no se apropiasen el lugar; la segunda, para que no lo destruyesen; y la tercera, para que no lo pretendiesen en heredad todas las tribus y se originaran por este motivo pleitos y contiendas. Por esto tampoco fue edificado el templo hasta que tuvieron rey que pudiera reprimir estas contiendas. Antes, tenían para el culto de Dios un tabernáculo transportable por diversos lugares, lo que indicaba que aún no existía un lugar determinado para el culto divino. Esta es la razón literal de la diversidad entre el tabernáculo y el templo.

La razón figurativa puede ser que, por estas dos cosas, se señalaba el doble estado. Mediante el tabernáculo, que era mudable, se significaba el estado mudable de la vida presente; por el templo, fijo y estable, el estado de la vida futura, que es totalmente inmutable. Por esto se dice que en la edificación del templo no se oyó el sonido del martillo ni de la sierra, para indicar que toda turbación y tumulto está ausente del estado futuro. También pudo significar el tabernáculo el estado de la ley antigua, y el templo construido por Salomón, el estado de la ley nueva. Por lo cual, en la construcción del tabernáculo sólo los hebreos trabajaron; mientras que en la del templo trabajaron los gentiles, a saber, los tirios y los sidonios.

 

3. La razón de la unidad del templo o del tabernáculo puede ser literal y figurativa. La literal, para excluir la idolatría, pues los gentiles levantaban diversos templos a los diversos dioses. Por esto, para afirmar en el ánimo de los hombres la fe en la unidad divina, quiso Dios que en un solo lugar se le ofreciesen sacrificios; y para que se manifestase mediante esto que el culto material no le era de suyo acepto. Con esto se les contenía para que no ofreciesen sacrificios a cada instante y en todo lugar. Pero el culto de la nueva ley, en cuyo sacrificio se contiene la gracia espiritual, es de suyo grato a Dios, y por eso se multiplican los altares y templos en la ley nueva.

Por lo que se refiere al culto espiritual de Dios, que consiste en la doctrina de la Ley y de los Profetas, había en la ley antigua diversos lugares adecuados, en los que se reunían para alabar a Dios, y que se llamaban sinagogas, como ahora se llaman iglesias los lugares en los que se reúne el pueblo cristiano para dar gloria a Dios. Así sucede nuestra iglesia al templo y a la sinagoga, porque el sacrificio de la iglesia es espiritual, y así entre nosotros no se distingue el lugar del sacrificio y el de la enseñanza.

La razón figurativa puede ser la de significar la unidad de la Iglesia militante y triunfante.

 

4. Como en la unidad del templo y del tabernáculo estaba representada la unidad de Dios y la unidad de la Iglesia, así en su distinción se representaban la distinción de aquellas cosas que están sujetas a Dios de las cuales nos elevamos a la veneración de Dios. Se distinguían en el tabernáculo dos partes: una que se llamaba santísimo, que estaba hacia occidente, y otra llamada santo, que daba al oriente. Además, delante del tabernáculo estaba el atrio. Esta distinción se debe a un doble motivo: uno, en cuanto el tabernáculo se ordenaba al culto de Dios, y, conforme a esto, estaban figuradas las diversas partes del mundo en la distinción del tabernáculo. Pues la parte llamada santísimo representaba el mundo superior, que es el de las sustancias espirituales, y la parte llamada santo significa el mundo corporal. Y el santísimo y el santo estaban separados por un velo de cuatro colores, que representaban los cuatro elementos, a saber: el viso, mediante el que se designa la tierra, porque el viso, o lino, nace de la tierra; la púrpura significa el agua, pues el color purpúreo se consigue a partir de ciertas conchas que se encuentran en el mar; el jacinto significa al aire, porque tiene el color de éste, y la escarlata, dos veces teñida, designa al fuego. Y todo es porque la materia de los cuatro elementos es el velo que nos impide ver las sustancias espirituales. Por esta misma razón, en lo más interno del tabernáculo, o sea, en el santísimo sólo entraba el sumo sacerdote, y esto una sola vez en el año, para designar la última perfección del hombre, necesaria para ser admitido en ese mundo superior. En el tabernáculo exterior, llamado santo, entraban cada día los sacerdotes, pero no el pueblo, que sólo llegaba hasta el atrio, porque el pueblo es capaz de percibir las cosas corporales, pero sólo los sabios pueden alcanzar las íntimas razones de éstas.

Cuanto a las razones figurativas, mediante el tabernáculo exterior, llamado santo, se significa el estado de la ley antigua, según dice el Apóstol en Heb 9, porque en aquella parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes a ejercer sus oficios. Mediante el tabernáculo interior, o santísimo, se figura la gloria del cielo o el estado espiritual de la ley nueva, que es cierta incoación de la gloria futura, en que somos introducidos por Cristo. Esto lo figuraba la entrada de solo el sumo sacerdote en el santísimo una vez al año. El velo figuraba el secreto de los sacrificios espirituales, representados por los sacrificios antiguos. El velo se adornaba con cuatro colores, el viso representaba la pureza de la carne; la púrpura, los sufrimientos que los santos soportaron por Dios; la escarlata, dos veces teñida, la doble caridad a Dios y al prójimo; el jacinto, la meditación de las cosas celestiales. En el estado de la antigua ley, una era la situación del pueblo y otra la de los sacerdotes, pues el pueblo contemplaba los sacrificios corporales que se ofrecían en el atrio. Los sacerdotes, sin embargo, consideraban las razones de esos sacrificios y tenían una fe más explícita de los misterios de Cristo. Por esto entraban en el tabernáculo exterior, separado con un velo del atrio, porque algunos misterios de Cristo estaban ocultos al pueblo y manifiestos a los sacerdotes. Sin embargo, tampoco a éstos les habían sido plenamente revelados como después en el Nuevo Testamento, según se dice en Efesios, 3.

 

5. Se introdujo en la ley la adoración hacia el occidente para excluir la idolatría, pues los gentiles se volvían al oriente para adorar al sol. Por esto dice Ez 8: Tenían las espaldas contra el templo del Señor y la cara hacia oriente para adorar la salida del sol. Pues para excluir esto, el tabernáculo tenía el «santísimo» hacia el occidente, para que adorasen hacia esta parte.

La razón figurativa pueder ser que toda la disposición del primer tabernáculo se ordenaba a significar la muerte de Cristo, representada en el ocaso, según lo que se dice en Sal 67: El que sube hacia el ocaso, el Señor es su nombre.

 

6. De las cosas contenidas en el tabernáculo podemos señalar las razones literales y figurativas: las literales, en relación con el culto divino. Y porque, según queda dicho, por el tabernáculo interior, llamado santísimo, se significaba el mundo superior de las sustancias espirituales, por eso en aquella parte del tabernáculo se contenían tres cosas, a saber: el arca de la alianza, en la que había una urna de oro con maná; la vara de Aarón, que había florecido, y las tablas, en que estaban escritos los diez preceptos de la ley. Esta arca estaba colocada entre dos querubines, que mutuamente se miraban, y sobre el arca estaba la cubierta, llamada propiciatorio, sobre las alas de los querubines, como si fuera llevado por ellos, y como si aquella cubierta fuera el asiento de Dios. Por esto era llamada «propiciatorio», como si desde aquí se mostrase Dios propicio con el pueblo a las súplicas del sumo sacerdote y como si fuese transportado por los querubines, obedientes a Dios. El arca del testamento era como el escabel de Dios, que se sienta en el propiciatorio. Mediante estas tres cosas eran designadas otras tres que hay en el mundo superior, a saber: Dios, que está sobre todo y es incomprensible a todas las criaturas. Por esto, no se establecía semejanza alguna para representar su invisibilidad; pero se ponía cierta figura de su asiento, porque así se haría comprensible la naturaleza creada, que está sometida a Dios como un asiento a quien se sienta. Hay también en el mundo superior sustancias espirituales, llamadas ángeles, que están significados por los dos querubines que se miran mutuamente, para indicar la concordia que tienen entre sí, según lo que se lee en Job 25: El mantiene la paz en las alturas. Por esto mismo, no hay un único querubín para designar la multitud de los espíritus celestes y, al mismo tiempo, excluir su culto de parte de aquellos a quienes se había mandado que adorasen a un solo Dios. Existen también en el mundo inteligible las razones de cuanto en este mundo inferior se realiza, como las razones de los efectos encerrados en sus causas y las razones de las obras de artesanía en el artesano. Se significa esto en el arca por las tres cosas que en ella se guardaban, que son principalísimas entre las humanas, a saber: la sabiduría, representada en las tablas de la alianza; la potestad gubernativa, significada por la vara de Aarón; la vida, simbolizada por el maná, que había sido el sustento del pueblo. Mediante estas tres coas también podían estar significados tres atributos divinos; la sabiduría, en las tablas; el poder, en la vara, y la bondad, en el maná, sea a causa de su dulzura, sea porque misericordiosamente se la dio Dios al pueblo y se conservaba en memoria de esta misericordia. Estas tres cosas estaban también figuradas en la visión de Isaías que vio al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y le asistían los serafines, y se llenaba la casa de la gloria de Dios y los serafines decían: Llena está toda la tierra de su gloria. Los serafines, pues, no se colocaban para rendirle culto, cosa prohibida por el primer precepto de la ley, sino para figurar el ministerio, como ya se dijo.

En el tabernáculo exterior, que significaba el siglo presente, se contenían también tres cosas: el altar de los perfumes, que estaba enfrente del arca; la mesa de proposición, sobre la que se colocaban doce panes, y que estaba de la parte del norte, y el candelero, que estaba a la parte del mediodía. Estas tres cosas parecen corresponder a las tres que se guardaban en el arca y que representaban las mismas cosas más claramente. Pues es necesario que las razones de las cosas se manifiesten más claramente que las que se hallen en la mente de Dios y de los ángeles, a fin de que las puedan conocer los hombres sabios, los cuales están representados por los sacerdotes que entran en el tabernáculo. Pues mediante el candelabro, como un signo sensible, se designa la sabiduría, que se expresaba en las tablas mediante palabras inteligibles. Por el altar del incienso se significaba el oficio de los sacerdotes, que consistía en conducir el pueblo a Dios, lo que también era significado por la vara; pues en aquel altar se quemaban perfumes de suave olor, que significaban la santidad del pueblo, grato a Dios. Dícese en el Apocalipsis 8 que por el humo de los perfumes se significan las obras de justicia de los santos. Luego razonablemente se significa en el arca la dignidad sacerdotal por la vara, y por el altar de los perfumes, que estaba en el tabernáculo exterior, pues el sacerdote es mediador entre Dios y el pueblo y gobierna al pueblo con el poder divino, significado por la vara, siendo el fruto de su gobierno la santidad del pueblo, que ofrece a Dios, como en el altar de los perfumes. La mesa significa el alimento vital, igual que el maná; pero éste es un alimento más ordinario y grosero; aquél, más suave y más delicado. Con razón se ponía el candelero en la parte meridional (Austral), y la mesa en la del norte (Aquilón); porque la parte austral es la derecha del mundo; el aquilón, la izquierda, según se dice en II De caelo et mundo. Ahora bien, la sabiduría pertenece a la derecha, igual que los demás bienes espirituales; pero el alimento corporal, a la izquierda, según aquello de Prov 3: En su izquierda están las riquezas y la gloria. El poder sacerdotal está entre las cosas temporales y la sabiduría espiritual, porque dispensa tanto la sabiduría espiritual como los bienes temporales.

De estas cosas se puede añadir una razón más conforme al sentido literal. En el arca se contenían las tablas de la ley, para impedir el olvido de ésta; por lo cual se decía en Ex 24: Te daré dos tablas de piedra, y las leyes y mandamientos que escribí, para que se los enseñes a los hijos de Israel. La vara de Aarón se colocaba allí para sofocar las discusiones del pueblo sobre el sacerdocio de Aarón. Por eso se dice en Núm 17: Lleva la vara de Aarón al tabernáculo del testimonio y guárdese en recuerdo de los hijos rebeldes de Israel. El maná se guardaba en el arca para recordar el beneficio que Dios había otorgado a los hijos de Israel en el desierto. Por donde se dice en Ex 16: Llena un «omer» de maná y que se conserve para las generaciones futuras, de modo que conozcan el pan con que yo os alimenté en el desierto. El candelero servía para ornamento del tabernáculo, pues una buena iluminación demuestra la magnificencia de una casa. Tenía siete brazos, según dice Josefo para significar los siete planetas que iluminan al mundo. Y por eso se ponía a la parte del mediodía, porque de aquella parte giran hacia nosotros los planetas. El altar de los perfumes tenía por objeto que hubiera siempre humo de agradable olor en el tabernáculo, sea para quitar los malos olores que podía haber provenientes de la sangre derramada y de los animales degollados. Lo que es hediondo se desprecia como vil; pero los hombres aprecian más lo que huele bien. Se añadía la mesa para significar que los sacerdotes, por servir en el templo, debían vivir del templo. Y en memoria de las doce tribus se colocaban en la mesa doce panes, de los que sólo era lícito comer a los sacerdotes, como se lee en Mt 12. No se colocaba la mesa en medio ante el propiciatorio, para excluir el rito de la idolatría, pues los gentiles, en las festividades de la luna, ponían una mesa ante el ídolo de la misma; por lo que dice Jeremías 7: Las mujeres amasan la harina para hacer las tortas de la reina del cielo.

En el atrio, fuera del tabernáculo, estaba el altar de los holocaustos, en el que ofrecían a Dios los sacrificios de aquellos bienes que el pueblo poseía. Por esta razón, el pueblo podía asistir en el atrio a los sacrificios que por manos de los sacerdotes se ofrecían a Dios; pero no podían llegar al altar interior, en el que la misma devoción y santidad del pueblo se ofrecía, sino sólo los sacerdotes, cuyo oficio era ofrecer el pueblo a Dios. Este altar estaba colocado en el atrio, fuera del tabernáculo, para alejar el culto idolátrico, pues los gentiles ponían los altares dentro del templo para inmolar en honor de sus ídolos.

La razón figurativa de todas estas cosas puede tomarse de su relación con Cristo, que en ellas era figurado. Se ha de tener en cuenta que, en atención de la imperfección de las figuras legales, fueron instituidas muchas figuras en el templo para significar a Cristo. El mismo era significado por el propiciatorio, por cuanto El es la propiciación de nuestros pecados, según se dice en 1 Jn 2. Y era muy conveniente que fuese llevado por los querubines el propiciatorio, pues de El está escrito: Adórenle todos los ángeles de Dios, según se contiene en Hebreos 1. El mismo Cristo es significado por el arca; pues así como el arca estaba construida de madera de acacia, así el cuerpo de Cristo se componía de miembros purísimos. Estaba dorada el arca porque Cristo estuvo lleno de sabiduría y caridad, que se expresan mediante el oro. Dentro del arca se guardaba la urna de oro, esto es, el alma santa, que contenía el maná, que simboliza toda la plenitud de la divinidad. También estaba en el arca la vara, es decir, el poder sacerdotal, porque Cristo fue hecho sacerdote para siempre. Y las tablas del testimonio, para significar que Cristo es el dador de la ley. El mismo Cristo es también significado por el candelabro, pues El mismo dice: Yo soy la luz del mundo; y por los siete brazos, los siete dones del Espíritu Santo. Él mismo es el alimento espiritual, según Jn 6: Yo soy el pan vivo. Los doce panes significan los doce apóstoles y su doctrina. También el candelabro y la mesa pueden significar la doctrina y la fe de la Iglesia, que espiritualmente nos ilumina y sustenta. El mismo Cristo es significado por los dos altares, el de los holocaustos y el de los perfumes, pues por El debemos ofrecer a Dios todas las obras de las virtudes, sean aquellas con las que afligimos la carne, que se ofrecen en el altar de los holocaustos; sean las que gozan de mayor perfección porque proceden del corazón, y que nosotros ofrecemos a Dios por Jesucristo, mediante santos deseos, como en el altar de los perfumes, según lo de Hebreos últ.: Por El ofrecemos de continuo a Dios un sacrificio de alabanza.

 

7. Mandó Dios construir el altar para ofrecer sacrificios y ofrendas en su honor y para sustentación de los ministros que sirven al tabernáculo. Sobre la construcción del altar dio el Señor dos preceptos: uno en el principio de la ley (Ex 20), en que manda hacer el altar de tierra o, a lo más, de piedras sin labrar; y luego, que no hagan altar alto, de suerte que sean precisos escalones para subir a él. Todo esto para detestar el culto idolátrico, pues los gentiles levantaban a sus ídolos altares ornamentados y elevados, en los cuales creían que había algo de santo y divino. Por esto el Señor mandó también en Dt 16: No plantarás árbol a modo de bosque junto al altar del Señor, tu Dios. Los idólatras solían sacrificar bajo los árboles, a causa de la amenidad y de la sombra. El sentido figurativo de estos preceptos es que en Cristo, nuestro altar, debemos confesar la verdadera naturaleza corporal, cuanto a la humanidad, y esto significa hacer un altar de tierra; y la igualdad con el Padre, cuanto a la divinidad, y esto es no subir por escalones al altar. Tampoco debemos admitir, con referencia a Cristo, la doctrina de los gentiles, que provoca lascivia.

Construido el tabernáculo en honor de Dios, no eran ya de temer semejantes ocasiones de idolatría. Por esto ordenó Dios fabricar el altar de los holocaustos de bronce, que se destacase a la vista de todo el pueblo, y de oro el de los perfumes, visible únicamente para los sacerdotes. El bronce no era tan precioso como para provocar al pueblo a la idolatría.

Mas, porque en Ex 20 se da la razón de este precepto: No subirás por gradas a mi altar, lo que luego añade: porque no descubras tu desnudez, se ha de advertir que esto se decretó también para excluir la idolatría, pues en el culto de Príapo se descubrían al pueblo las vergüenzas del dios. Más tarde se prescribió a los sacerdotes el uso de vestidos largos para cubrir sus partes naturales, de suerte que ya, sin peligro, se podía ordenar esa altura del altar, que, mediante algunos escalonesde madera, no fijos, sino portátiles, subieran los sacerdotes oficiantes al altar a la hora del sacrificio.

 

8. El cuerpo del tabernáculo estaba formado por tablones derechos, interiormente cubiertos por cortinas de cuatro colores distintos, a saber: de lino retorcido, jacinto, púrpura y escarlata dos veces teñida. Estas cortinas cubrían sólo los lados del tabernáculo; la cubierta estaba formada por pieles de tejón, y sobre éstas, otras pieles de carnero teñidas de rojo; todo bajo telas de lona, que no sólo cubrían el tabernáculo, sino que también descendían hasta el suelo, y cubrían por fuera los tablones del tabernáculo. La razón literal de esta cubierta era, en general, el ornato y la protección del tabernáculo, para que fuese tenido en mayor reverencia. En especial, según algunos, mediante las cortinas se significaba el cielo de las estrellas, que es muy variado a causa de los diversos astros; mediante las lonas, las aguas que están sobre el firmamento; mediante las pieles rojas, el cielo empíreo, en que moran los ángeles, y mediante las pieles de tejón, el cielo de la Santísima Trinidad.

La razón figurativa es que los tablones con los que se construía el tabernáculo significan los fieles de Cristo, de que se forma la Iglesia. En el interior, los tablones estaban cubiertos de cortinas de cuatro colores, porque los fieles están adornados interiormente de cuatro virtudes, pues el lino retorcido, según la Glosa, significa la carne que brilla con la castidad; las pieles de tejón, la mente, que desea las cosas celestiales; la púrpura, la carne, sujeta a las pasiones; y la escarlata dos veces teñida, la mente, que resplandece con el amor a Dios y al prójimo. Por la cubierta son significados los prelados y doctores, en los que debe resplandecer una conversación celestial, significada por las pieles de tejón; la disposición para el martirio, significada por las pieles rojas; la austeridad de vida y la paciencia en las adversidades, por las lonas, que están expuestas a los vientos y a las lluvias, como añade la Glosa.

 

9. La santificación del tabernáculo y de los vasos tiene su causa literal en la mayor reverencia en que debían ser tenidos, como destinados al culto por esta consagración. La razón figurativa era que por esta consagración se significaba la santificación del tabernáculo viviente, que son los fieles, de que la Iglesia de Cristo está formada.

 

10. En la ley antigua había siete solemnidades de duración limitada y una continua, como se puede colegir de Núm 28 y 29. Consistía la fiesta continua en la inmolación del cordero por la mañana y por la tarde cada día. Este sacrificio perpetuo significaba la perpetuidad de la divina bienaventuranza.

De las solemnidades de duración limitada, la primera era la del sábado, que se celebraba cada semana en memoria de la creación de las cosas, según queda dicho. Otra solemnidad, que se repetía cada mes, era la fiesta de la luna nueva, que se celebraba para conmemorar la obra del gobierno divino, pues las cosas inferiores principalmente cambian según el movimiento de la luna, y así se celebraba esta fiesta en el novilunio y no en la luna llena, para evitar el culto de los idólatras, que en tal tiempo sacrificaban a la luna. Estos dos beneficios son comunes a todo el género humano, y por eso se celebraban con más frecuencia.

Las otras cinco festividades no se celebraban una sola vez al año, y en ellas se recordaban beneficios particulares concedidos a aquel pueblo. Pues la Pascua se celebraba el primer mes, para conmemorar el beneficio de la liberación de Egipto. A los cincuenta días se celebraba la fiesta de Pentecostés, para recordar el beneficio de la promulgación de la ley. Las otras tres fiestas se celebraban al mes séptimo, que casi todo era para los hebreos solemne como el día séptimo. El día primero de este mes era la fiesta de las Trompetas, en recuerdo de la liberación de Isaac cuando Abrahán encontró el carnero enredado por los cuernos, a quien representaban los cuernos de que estaban hechas las trompetas. Era esta fiesta como una invitación a prepararse para la siguiente, que se celebraba el día décimo, la fiesta de la Expiación, en memoria del beneficio que Dios había concedido, perdonándole, a ruegos de Moisés, el pecado de la adoración del becerro. Tras ésta se celebraba la fiesta de los Tabernáculos, durante siete días, para recordar el beneficio de la protección divina y la conducción por el desierto, donde habitaban en tiendas. Por esto en tal fiesta debían tener frutos de los más hermosos árboles, es decir, de limoneros, y ramas de árboles frondosos, esto es, de mirto y otros odoríferos, de ramas de palmera y sauces de los torrentes, que por mucho tiempo conservan su verdor, cosas todas que se hallan en la tierra de promisión. Con esto significaban que Dios los había conducido por la tierra árida del desierto a una tierra deliciosa. El día octavo se celebraba otra fiesta, a saber: la de la Asamblea o de la Colecta, en la cual recogían del pueblo lo necesario para los gastos del culto divino. Esta significaba la reunión del pueblo y la paz otorgada en la tierra de promisión.

La razón figurativa de estas fiestas era: la del sacrificio perpetuo del cordero, la perpetuidad de Cristo, que es el Cordero de Dios, según lo que se dice en la epístola de los Hebreos, capítulo último: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. La del sábado significa el descanso espiritual que nos concedió Cristo, según Heb 4. Por el novilunio, que es el comienzo de la luna nueva, se significa la iluminación de la primitiva Iglesia por Cristo, mediante su predicación y sus milagros. La fiesta de Pentecostés significa la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La de las Trompetas, la predicación de éstos. La de la Expiación, la purificación del pueblo cristiano de sus pecados. Por la fiesta de los Tabernáculos se significaba la peregrinación de los fieles por este mundo, en que caminan adelantando en las virtudes. La fiesta de la Asamblea y de la Colecta figura la congregación de los fieles en el reino de los cielos; por lo cual se decía que era la fiesta santísima. Estas tres fiestas se sucedían, porque deben los purificados de los vicios progresar en las virtudes hasta llegar a la visión de Dios, como se dice en Sal 83.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva