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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 102

Razón de los preceptos ceremoniales

ARTÍCULO 6

 

¿Tienen causa razonable las observancias ceremoniales?

 

Objeciones por las que parece que las observancias ceremoniales no tienen causa alguna razonable.

 

1. Dice el Apóstol en 1 Tim 4: Toda criatura de Dios es buena, y nada hay reprobable, tomado con acción de gracias. Luego no hay razón para prohibir la comida de ciertos alimentos por inmundos, como aparece en Lev 11.

 

2. Como se conceden al hombre los animales como alimento, también se le dan las hierbas, según se dice en Gen 9: Como las hierbas y las legumbres, así os he dado toda carne. Pero en las plantas la ley no distingue algunas impuras, porque las hay muy nocivas, como las venenosas; luego parece que ni de los animales debieron prohibirse algunos como impuros.

 

3. Si es inmunda la materia de la que algo se origina, también parece que será inmundo lo que de ella es engendrado. Ahora bien, de la sangre se forma la carne; luego, ya que no se prohíben por impuras todas las carnes, tampoco debió prohibirse la sangre, como tampoco la grasa, que se forma de la sangre.

 

4. Dice el Señor en Mt 10 que no se han de temer los que matan el cuerpo, porque después de la muerte no tienen nada que hacer. Esto no sería verdadero si en daño del hombre cediera lo que se hiciera de él. Mucho menos importa al animal muerto de qué manera se cuezan sus carnes. Luego no parece que haya razón para lo que se dice en Ex 23: No cocerás un cabrito en la leche de su madre.

 

5. Se manda consagrar al Señor, como más perfectos, los primogénitos de los hombres y de los animales. Luego no hay motivo para lo que se manda en Lev 19: Cuando entrareis en la tierra y plantareis en ella árboles frutales, quitaréis su prepucio, esto es, las primeras yemas, y serán impuras para vosotros y no las comeréis.

 

6. El vestido es exterior al cuerpo del hombre; luego no había por qué prohibir a los judíos ciertos vestidos; por ejemplo, lo que se dice en Lev. 19: No vestirás vestido tejido de dos hilos. Y en Dt 22: No vestirá la mujer el vestido del varón, ni el varón el vestido de la mujer. Y más abajo: No vestirás vestido tejido de lana y lino.

 

7. La memoria de los mandamientos de Dios no pertenece al cuerpo, sino al corazón; luego no parece apropiado lo que se dice en Dt 6 que liguen los preceptos de Dios como señal en su mano; que los escriban en los dinteles de sus casas; que se pongan flecos en los ángulos de sus mantos en los que aten bandas de color de jacinto en memoria de los mandamientos de Dios, como se dice en Núm 15.

 

8. Dice el Apóstol en 1 Cor 9 que Dios no tiene cuidado de los bueyes ni, por consiguiente, de los otros animales irracionales. No hay, pues, motivo para lo que se manda en Dt 22: Si vas por un camino y encuentras un nido de pájaros, no cogerás la madre con los hijos. Y en Dt 25: No pondrás bozal al buey que trilla. Y en Lev 19: No aparearás bestias de diversa especie.

 

9. No se hacía distinción entre las plantas puras e impuras. Luego mucho menos se debía hacer diferencia en el cultivo de las mismas. Luego se manda sin razón en Lev 19: No sembrarás el campo de diversas semillas. Y en Dt 22: No sembrarás en tu viña otras semillas y no ararás con un buey y un asno.

 

10. Las cosas inanimadas parecen estar más sujetas al dominio del hombre; luego sin motivo se aparta al hombre de la plata y del oro, de que se fabricaban los ídolos, y de otras cosas que hay en las casas de los ídolos, según el precepto de la ley que aparece en Dt 7. Asimismo parece ridículo lo que se manda en Dt 23: cubrir con tierra las deposiciones del hombre en un hoyo.

 

11. La piedad es más necesaria en los sacerdotes. Ahora bien, pertenece a la piedad la asistencia a los funerales de los amigos, de lo cual es alabado por Tobías, como consta en Tob 1. A veces también puede ser acto de piedad recibir por mujer una meretriz, pues con esto se la aparta del pecado y de la infamia. Luego no parece que haya motivo para prohibir esto a los sacerdotes, según Lev 21.

 

Contra esto: Está lo que se dice en Dt 18: Tú has sido instruido de otro modo por el Señor, tu Dios. De donde puede inferirse que estas observancias fueran instituidas por Dios como una especial prerrogativa del pueblo. No son, pues, irracionales o sin causa.

 

Solución: Según queda dicho, el pueblo judío estaba especialmente destinado al culto divino, y entre ellos, de modo particular los sacerdotes. Y como las cosas destinadas al culto divino deben distinguirse de lo demás, porque toca a la honorabilidad del culto divino, así también en la vida del pueblo, y sobre todo de los sacerdotes, debía haber algo especial, espiritual o corporal, que conviniese al culto divino. Además, el culto de la ley era figura del misterio de Cristo, y así todos los actos del culto simbolizaban algo referente a Cristo, según 1 Cor 10: Todas las cosas les acontecían en figura. De manera que las razones de las observancias pueden asignarse de dos maneras: una, según su adecuación al culto divino; otra, según que figuran algo tocante a la vida cristiana.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Dejamos dicho que la mancha o impureza reconocida en la ley era doble: la una de culpa, que manchaba el alma; y la otra proveniente de alguna corrupción, que en cierto modo manchaba el cuerpo. Hablando de la primera, no hay ningún tipo de comida impura o que pueda naturalmente manchar al hombre, según lo dicho en Mt 15: No mancha al hombre lo que entra por la boca; pero lo que procede de la boca, eso sí que mancha al hombre; y lo aplica a los pecados. Sin embargo, algunos alimentos pueden, accidentalmente, manchar al alma, porque van contra la obediencia o el voto, o por el excesivo apetito con que se comen, o en cuanto fomentan la lujuria; por lo cual se abstienen algunos de la carne y del vino.

La impureza corporal proveniente de alguna corrupción la llevan consigo algunas carnes de animales, o porque se alimentan de cosas inmundas, como los puercos, o porque viven en sitios inmundos, como los topos, que viven bajo tierra, o los ratones u otros semejantes, que de aquí contraen cierto hedor; o porque las carnes, a causa de la excesiva humedad o sequedad, engendran en los cuerpos humanos malos humores. Por esta razón prohíbe la ley las carnes de los animales que tienen cascos, esto es, pezuñas no hendidas, a causa de su condición terrestre. Igualmente se prohíben las carnes de animales que tienen muchas hendiduras en los pies, porque son demasiado coléricas y ardientes, como las carnes del león y otras tales. Por la misma razón se prohíben ciertas aves rapaces, que son demasiado secas; y algunas acuáticas, por la excesiva humedad; asimismo, los peces que no tienen aletas ni escamas, como la anguila y otras tales, por el exceso de humedad. Pero se permite comer las carnes de los animales rumiantes, que tienen la pezuña hendida, porque sus humores están bien distribuidos y son de complexión media, ni muy húmedos, de lo que son indicio las pezuñas; ni demasiado terrestres, pues no tienen la pezuña entera, sino hendida. De los peces se permiten los más secos, lo que se ve por las escamas y las aletas; de donde resulta la complexión templada de los peces. De las aves se les concedían las más templadas, como la gallina, la perdiz y otras semejantes. Otra razón era la detestación de la idolatría, pues los gentiles, y más los egipcios, entre los cuales habían vivido (los judíos), inmolaban a sus ídolos tales animales y usaban de ellos para sus maleficios; y, en cambio, no comían los que a los judíos eran permitidos, antes los veneraban como dioses, y por esta causa se abstenían de ellos, como queda dicho. Una tercera razón era suprimir la excesiva solicitud por lo que toca a las comidas, y por eso se les concedía el uso de aquellos animales que podían tener a mano más fácilmente.

No obstante, había una prohibición general de comer la sangre y la grasa de cualquier animal. De la sangre, para evitar la crueldad y como rechazo al derramamiento de sangre humana, según se dijo antes, y también para evitar los ritos idolátricos, pues era costumbre de los gentiles el juntarse en torno a la sangre para comer en honor de los ídolos, a quienes consideraban que gustaba la sangre. Por esto mandó el Señor que derramasen la sangre y la cubriesen con polvo. Por las mismas razones estaba prohibido comer la carne de los animales ahogados o estrangulados, porque su sangre no estaba separada de la carne y porque en tales muertes sufrían mucho los animales, y el Señor quiso por este medio prohibir la crueldad con los animales, para que rehuyesen así la crueldad con el hombre, acostumbrados a ejercer la piedad con las bestias. También prohibía comer la grasa, ya porque los idólatras la comían en honor de sus dioses, ya porque se quemaba en honor de Dios, ya también porque la sangre y la grasa son indigestas, según argumenta rabí Moisés. La causa por que se prohíbe comer los nervios se declara en Gén 32, donde se dice que los hijos de Israel no comen el nervio porque había tocado el ángel el nervio del muslo de Jacob, que quedó entumecido.

La razón figurativa de estas observancias era que por todos esos animales prohibidos se designaban algunos pecados, figurados en los animales prohibidos. Por esto dice San Agustín en Contra Faustum: Si se pregunta sobre el cerdo y el cordero, uno y otro son por naturaleza limpios, puesto que toda criatura de Dios es buena; pero, por cierta significación, fue declarado puro el cordero e impuro el cerdo, como si dijeras sabio y necio. Estos dos vocablos, por la naturaleza del sonido, de las letras y sílabas de que constan, son puros; pero, por su significación, uno es puro y otro impuro. El animal que rumia y tiene hendida la pezuña es puro por su significación, porque la división de la pezuña significa la división de los dos Testamentos, o el Padre y el Hijo, o las dos naturalezas de Cristo, o la distinción del bien y el mal. La rumia significa la meditación de las Escrituras y la sana inteligencia de las mismas. Quien carezca de estas cosas es espiritualmente impuro. Igual se dice de los peces. Los que tienen escamas y aletas son puros por su significación, pues las aletas significan la vida alta, o contemplación; las escamas, la vida áspera, y una y otra son necesarias para la limpieza espiritual. También de las aves se prohíben ciertas especies. En el águila, que vuela alto, se condena la soberbia; en el quebrantahuesos, dañino al hombre y al caballo, la crueldad de los poderosos; en el águila marina, que se alimenta de avecillas, los que son gravosos a los pobres; en el milano, que utiliza las asechanzas, el fraude; en el buitre, que sigue los ejércitos esperando devorar los cadáveres de los muertos, se significan los que fomentan las sediciones y muertes de los hombres para enriquecerse; en los cuervos, los infamados por darse a los placeres, o los que carecen de todo buen sentimiento, pues el cuervo, echado del arca, no volvió a ella. Por el avestruz, que, siendo ave, no es capaz de volar, sino que siempre está en tierra, se significan los que en el servicio de Dios se enredan en negocios mundanos; por la lechuza, que de noche goza de penetrante vista y en el día no ve nada, se significan los que en los negocios temporales son astutos, pero torpes en los espirituales; por la gaviota, que vuela en el aire y nada en el agua, se designan los que veneran la circuncisión y el bautismo o los que pretenden volar por la contemplación y viven, no obstante, en las aguas de los placeres. El halcón, que sirve a los hombres en la caza, significa a los que sirven a los poderosos para despojar a los pobres; el búho, que busca en la noche su alimento y durante el día está escondido, significa a los lujuriosos, que buscan ocultarse en la noche para sus obras; el cuervo marino, que es capaz de permanecer mucho tiempo sumergido en las aguas, significa a los golosos, sumergidos en las aguas de los placeres; el ibis, ave que mora en África, de largo pico y que se alimenta de serpientes, es quizá la misma que la cigüeña, y significa a los envidiosos, que se nutren de los males ajenos, como de serpientes; el cisne es de color blanco y con el cuello largo que tiene saca su comida de lo profundo de la tierra o de las aguas, y puede significar a los hombres que, con la blancura de la justicia exterior, buscan sus ganancias terrenas; el pelicano, ave que mora en las partes orientales, de pico largo y que debajo del cuello tiene una bolsa, en que deposita la comida que después traslada al vientre, significa a los avaros, que con solicitud inmoderada amontonan lo necesario para la vida; el calamón, que, además de lo que tienen las otras aves, posee un pie ancho para nadar, otro hendido para caminar, porque, como los ánades, nada en el agua y, como las perdices, camina por la tierra, y bebe metiendo el alimento en el agua, significa a los que nada quieren hacer por el juicio ajeno, sino únicamente lo que fuere teñido por el agua de la propia voluntad. La garza, vulgarmente llamada halcón, significa a los de pies veloces para derramar sangre; por el andarríos, ave parlanchina, designa a los locuaces; la abubilla, que hace su nido entre el estiércol, se alimenta del hediondo abono y en su canto imita un gemido, designa la tristeza del siglo, que causa la muerte a los hombres impuros; el murciélago, que revolotea a ras de tierra, significa a los que, dotados de la ciencia profana, sólo gustan de las cosas terrenas. De los volátiles y cuadrúpedos sólo concedía la ley los que tienen las extremidades posteriores largas para poder saltar. Pero los que viven más pegados a la tierra están prohibidos, porque aquellos que abusan de la doctrina de los cuatro evangelios y no se levantan a lo alto con ella, se consideran impuros. Por la sangre, la grasa y el nervio se entiende prohibida la crueldad, la voluptuosidad y la tenacidad para pecar.

 

2. Ya antes del diluvio les fue concedido a los hombres alimentarse de plantas y de las otras cosas que nacen de la tierra; pero la comida de carnes parece que se introdujo después del diluvio, según Gen 9: Como las hierbas y las legumbres, así os di toda carne; y esto porque el uso de los alimentos que brotan de la tierra es propio de una vida frugal, mientras que el comer carnes es propio de una vida más sibarítica y refinada. La tierra produce espontáneamente hierba, o con poco esfuerzo se puede uno procurar en abundancia todo lo que nace de la tierra; pero los animales hay que criarlos con bastante dedicación o cazarlos. Y por eso el Señor, queriendo reducir a su pueblo a una vida sencilla, les prohibió muchas especies de animales, pero ninguna de las plantas que nacen de la tierra. También porque los animales eran inmolados a los ídolos, pero no los productos de la tierra.

 

3. Es clara la respuesta por lo dicho.

 

4. Aunque el cabrito muerto no sienta cómo son cocidas sus carnes, sin embargo, parece señal de crueldad que la misma leche que le alimentó se emplee en la preparación de la misma carne. También se puede decir que los gentiles, en las solemnidades de sus ídolos, cocían así las carnes de los cabritos para inmolarlos o para comerlos. Por esto en Ex 23, después del decreto sobre las solemnidades que habían de celebrarse según la ley, añade: No cocerás el cabrito en la leche de su madre.

La razón figurativa de esta prohibición es que el cabrito prefiguraba a Cristo por la semejanza de la carne de pecado, y no debía ser cocido por los judíos, es decir, muerto, en la leche de la madre, esto es, durante su infancia. O también significa que el cabrito es el pecador, que no ha de ser cocido en la leche de la madre, esto es, que no ha de ser tratado con halagos.

 

5. Los gentiles ofrecían a sus dioses los frutos primeros, que estimaban afortunados, o los quemaban para ciertas ceremonias mágicas. Por esto se mandó que los frutos de los tres primeros años se considerasen impuros. Casi todos los árboles de aquella tierra que se obtienen por semilla, injerto o plantío, dan fruto a los tres años. Rara vez ocurre que los huesos de las frutas o las semillas se siembren; éstos tardan más en dar fruto; pero la ley mira a lo que sucede más frecuentemente. Los frutos del año cuarto, como primicias de frutas puras, eran ofrecidos a Dios; a partir del quinto año podían ya comerse.

La razón figurativa era que, después de los tres períodos de la ley, el uno desde Abrahán hasta David; otro desde David hasta la cautividad babilónica, y el tercero hasta Cristo, había de ofrecerse a Dios Cristo, que es el fruto de la ley. O que las primeras obras nuestras deben ser consideradas sospechosas por nosotros a causa de su imperfección.

 

6. Se dice en Eclo 19: El vestido del cuerpo da a conocer al hombre. Por esto quiso el Señor que su pueblo se distinguiera de los otros pueblos no sólo por la circuncisión, hecha en la carne, sino también por el particular modo de vestir. Y así se les prohibió usar vestidos tejidos de lana y lino y que las mujeres usaran traje de hombre, y viceversa. Y esto por dos razones: primera, por evitar el culto idolátrico. Tales vestidos, tejidos de varias materias, los usaban los gentiles en el culto de sus dioses, y en el culto de Marte las mujeres usaban las armas de los hombres, y, al contrario, en el de Venus, los hombres usaban vestidos de mujer. Otra razón era la de evitar la lujuria, pues por la prohibición de estos cambios de vestido se reprimía toda desordenada unión coital. El que la mujer se vista de hombre, o al revés, es incentivo para la concupiscencia y ocasión libidinosa.

La razón figurativa es que en el vestido tejido de lana y lino se prohíbe la unión de la simplicidad y de la inocencia, figurada en la lana, con la sutileza y malicia, figurada por el lino. Se prohíbe también que la mujer usurpe el oficio de enseñar, u otros propios del varón, o que éste se deje llevar de los refinamientos propios de las mujeres.

 

7. Dice San Jerónimo en Super Math. que el Señor mandó que en los cuatro ángulos de sus mantos añadiesen los hijos de Israel flecos de color de jacinto para distinguirse de los otros pueblos. De manera que por esto eran reconocidos como judíos, y la vista de esta señal les traía a la memoria su ley.

Lo que se dice: Los ligarás a tu mano y estarán siempre ante tus ojos, lo interpretaban mal los fariseos, que en membranas escribían el decálogo de Moisés y lo ataban a la frente, como una diadema, que se movía ante sus ojos, siendo así que la intención del Señor había sido que uniesen los mandamientos a su mano, es decir, cuando obrasen; que los llevasen ante los ojos, esto es, que los meditasen. Los flecos de jacinto que debían aplicarse a los mantos, significan la intención celestial que debe ir unida a todas nuestras obras. Se puede decir que, como aquel pueblo era carnal y de dura cerviz, convenía también por estos medios sensibles moverlo a la observancia de la ley.

 

8. Es doble el afecto del hombre: uno racional, y pasional el otro. Por lo que mira al primero, poco importa cómo se conduzca con los animales brutos que Dios sometió a su dominio, según aquello de Sal 8: Todo lo pusiste bajo sus pies. Conforme a esto, dice el Apóstol que Dios no tiene cuidado de los bueyes, porque Dios no pide cuentas al hombre sobre su conducta con los bueyes o con los otros animales.

Pero, en cuanto al afecto pasional, el hombre lo experimenta también hacia otros animales; pues como la pasión de la misericordia nace de ver los dolores ajenos, y los animales brutos experimentan también dolores, puede también el hombre sentir misericordia de los sufrimientos de los animales. Ahora bien, el que está hecho a sentir compasión de los animales, más dispuesto se halla para sentirla de los hombres. Por esto se dice en Prov 12: Provee el justo a las necesidades de sus bestias, pero las entrañas de los impíos son crueles. Pues, para mover a compasión al pueblo hebreo, que era inclinado a la crueldad, quiso el Señor ejercitarlos en la misericordia con los animales brutos, prohibiéndoles hacer con ellos todo cuanto tiene aspecto de crueldad. Por esto les prohibió cocer un cabrito en la leche de su madre; que no pusieran bozal al buey que trilla, y que no matasen a la madre con sus hijos. Todavía se podría decir también que estas prohibiciones se hicieron en aborrecimiento de la idolatría; pues los egipcios consideraban cosa nefanda que los bueyes, al trillar, comiesen de la era. Y algunos hechiceros usaban de la madre que incuba los huevos, y de los pollos cogidos con la madre, para procurar la fecundidad y el éxito en la crianza de los hijos; y hasta se consideraba de buen augurio el encontrar una madre empollando los huevos.

La prohibición de cruzar animales de diversa especie pudo tener una triple razón literal. Una, en detestación de la idolatría egipcia, los cuales usaban de estos diversos cruces en servicio de los planetas, que tendrían diversos efectos sobre las diversas especies de cosas según fueran diversas sus conjunciones. Otra razón era para reprobar el coito contra natura. Y tercera, para quitar toda ocasión de concupiscencia. Los animales de diversas especies no se juntan fácilmente entre ellos si el hombre no lo procura, y la vista del coito de los animales despierta en el hombre un movimiento de concupiscencia. En las tradiciones judías se manda, como dice rabí Moisés, que los hombres aparten la vista de los animales en el momento de juntarse.

La razón figurativa de estos preceptos es que al buey que trilla, es decir, al predicador que procura la mies de la doctrina, no se le ha de privar de su sustento, como dice el Apóstol en 1 Cor 9. Tampoco debemos retener la madre con sus hijos, porque en ciertos casos se han de retener, como hijos, los sentidos espirituales de la ley y dejar la observancia literal, que es la madre; lo que se debe hacer en todas las ceremonias legales. Se prohíbe también aparear los animales de diversa especie, esto es, que los simples fieles no deben juntarse con los gentiles o con los judíos.

 

9. Todas estas mezclas de semillas en la agricultura se prohibían en detestación de la idolatría, pues los egipcios hacían diversas mezclas en honor de las estrellas; lo mismo con las plantas que con los animales y en los vestidos, como expresión de las diversas conjunciones estelares. También se puede decir que todas estas uniones se prohíben en detestación del coito contra natura.

Tienen también su sentido figurativo, pues aquello de no siembres en tu viña otra semilla se ha de entender espiritualmente de la Iglesia, la viña espiritual, que no debe ser sembrada con doctrina ajena. E igualmente, el campo, es decir, la Iglesia, no ha de ser sembrado con diversa semilla, esto es, con doctrina católica y herética. Ni se ha de arar con un buey y un asno, es decir, que no se han de juntar un necio y un sabio en la predicación porque el uno impide al otro

 

10. Con razón se prohíbe la plata y el oro. No porque estas cosas no están sometidas al poder de los hombres, sino porque el anatema recaía, así como sobre los ídolos mismos, sobre todas las materias de que eran fabricadas como abominables en alto grado a Dios. Lo cual aparece en la Escritura cuando dice ni llevarás cosa del ídolo de tu casa, porque no te hagas anatema, como él también lo es. Y también porque, recibidos por codicia el oro y la plata no cayesen fácilmente en la idolatría, a la que eran propensos los judíos. El segundo precepto de cubrir con tierra los excrementos fue justo y honesto, ya por la limpieza corporal, ya para conservar la salubridad del aire, ya por la reverencia debida al tabernáculo de la alianza situado en el campamento, y en el que se decía que habitaba el Señor. Donde a continuación de aquel precepto se consigna la razón del mismo diciendo: el Señor Dios anda en medio del campamento para librarte .... para que tu campamento sea santo (esto es decir, limpio) y no se vea en él cosa de fealdad. La razón figurativa de este precepto, según San Gregorio (Moral 1. 13,c.13) es para que se significase que los pecados, que son arrojados del vientre de nuestra mente como excrementos hediondos, deben ser cubiertos por la penitencia, a fin de que seamos gratos a Dios, según las palabras: bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos (Ps 31,1). O según la Glosa: para que, conocida la miseria de la condición humana, fuesen cubiertas y expurgadas por la humildad en la profunda fosa de la consideración las manchas del ánimo altivo y soberbio.

 

11. Los hechiceros y sacerdotes de los ídolos empleaban para sus ritos los huesos y de las carnes de los hombres muertos, y por eso, para extirpar el culto idolátrico, mandó el Señor que los simples sacerdotes que por turno ejercían su ministerio en el santuario no se contaminasen con los muertos, a no ser con los muy cercanos, como el padre, la madre y otras personas muy allegadas. Pero el pontífice debía estar siempre pronto para ejercer su ministerio en el santuario, y a él le estaba totalmente prohibido el acceso a los muertos, aunque fuesen cercanos. También se les ordenaba no casarse con meretrices o repudiadas, sino sólo con doncellas, sea por la reverencia del sacerdocio, cuya dignidad parece que se rebajaba con tales matrimonios; sea por los hijos, sobre quienes venía a recaer el deshonor de la madre; lo cual debía evitarse especialmente en aquel tiempo, en que la dignidad sacerdotal se transmitía de padres a hijos. Asimismo se les mandaba que no se rapasen la cabeza ni la barba, ni se hicieran incisiones en la carne, para desterrar los ritos idólatras, pues sus sacerdotes se rapaban la cabeza y la barba, según se dice en Baruc 6: Los sacerdotes están sentados, rasgadas las túnicas, rapadas la cabeza y la barba. En el culto de los ídolos se practicaban incisiones con cuchillos y lancetas, según se dice en 3 Re 18. Por estas razones se prescribía lo contrario a los sacerdotes de la ley antigua.

La razón espiritual de tales preceptos era que los sacerdotes deben vivir totalmente inmunes de todas las obras muertas, que son las obras del pecado, y no deben raparse la cabeza, que es abandonar la sabiduría; ni quitarse la barba, que es la perfección de la misma sabiduría; ni rasgar los vestidos o hacer incisiones en su carne, o sea, incurrir en el vicio del cisma.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva