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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 103

Duración de los preceptos ceremoniales

ARTÍCULO 2

 

¿Tuvieron virtud de justificar las ceremonias de la ley antigua en tiempo de la ley?

 

Objeciones por las que parece que las ceremonias de la ley antigua tenían virtud de justificar en tiempo de la ley.

 

1. La expiación del pecado y la consagración del hombre son parte de la justificación. Pero en Ex 29 que por la aspersión de la sangre y por la unción del aceite se consagraban los sacerdotes y sus vestidos; y en Lev 16, que el sacerdote por la aspersión de la sangre del becerro expiaba el santuario de las impurezas de los hijos de Israel y de sus prevaricaciones y pecados. Luego las ceremonias de la ley antigua tenían la virtud de justificar.

 

2. Pertenece a la justicia lo que agrada a Dios, según se dice en el salmo 10: Justo es el Señor y ama las justicias. Pero algunos agradaron a Dios mediante ceremonias, según se dice en Lev 10: ¿Cómo pudo agradar al Señor con las ceremonias ejecutadas con la mente lúgubre? Luego las ceremonias de la ley antigua tenían virtud de justificar.

 

3. Lo que toca al culto divino, más es del alma que del cuerpo, según se dice en Sal 18: La ley del Señor es perfecta, convierte a las almas. Mas por las ceremonias de la ley antigua se purificaban los leprosos, según Lev 14; luego mucho más podían las ceremonias de la antigua ley limpiar el alma justificándola.

 

Contra esto: Está lo que dice el Apóstol en Gálat 2: Si se hubiese entregado una ley capaz de justificar, inútil hubiera sido la muerte de Cristo. Esto no se puede admitir; luego las ceremonias de la ley antigua no justificaban.

 

Solución: Ya hemos visto que en la ley antigua se admitía una doble impureza. Una espiritual, que es la impureza de la culpa, y la otra corporal, que quitaba la idoneidad para ejercer el culto divino, como se decía impuro el leproso o el que había tocado un muerto. Esta impureza no era otra cosa que una cierta irregularidad. De esta impureza limpiaban las ceremonias de la ley antigua, que eran como remedios aplicados por disposición de la ley para quitar las impurezas que la misma ley había establecido. Por esto dice el Apóstol, en Heb 9: La sangre de los machos cabríos y de los toros y la aspersión de la ceniza del ternero santifica a los impuros para la limpieza de su carne. Y como la impureza que estas ceremonias limpiaban era más de la carne que de la mente, por eso las ceremonias son llamadas por el Apóstol justicias de la carne, como las llama poco antes: Las justicias eran carnales, establecidas basta el tiempo de la sustitución.

Pero la impureza de la mente, que es la impureza del pecado, no tenían virtud de limpiarla, porque la expiación de los pecados nunca se pudo hacer sino por Cristo, que quita los pecados del mundo, como se dice en Jn 1. Y como el misterio de la encarnación y de la pasión de Cristo no estaba aún realizado, las ceremonias de la ley antigua no podían contener en sí realmente la virtud que brota de Cristo encarnado y muerto, como los sacramentos de la ley nueva, y por tanto no podían purificar del pecado, como el Apóstol dice en Heb 10: Era imposible con la sangre de los toros o de los machos cabríos quitar los pecados. Por esto el Apóstol llama a estas ceremonias en Gál 4 elementos pobres y flacos: flacos, porque no pueden limpiar del pecado. Pero esta flaqueza les viene de su pobreza, porque no contienen en sí la gracia.

Sin embargo, la mente de los fieles podía en tiempo de la ley unirse por la fe con Cristo encarnado y muerto, y así se justificaban por la fe en Cristo. De esta fe venía a ser una confesión la observancia de las ceremonias, en cuanto eran figura de Cristo. He aquí por qué en la antigua ley se ofrecían sacrificios por los pecados, no porque limpiasen de los pecados, sino porque eran una cierta profesión de la fe que purifica del pecado. Y esto mismo indica el modo de hablar de la ley, pues en Lev 4 y 5 se dice que en la oblación de las víctimas por el pecado orará el sacerdote por el oferente, y el pecado le será perdonado; como si el pecado se perdonase, no por virtud de los sacrificios, sino de la fe y devoción de los oferentes. Conviene, no obstante, saber que la misma virtud que las ceremonias de la ley antigua tenían de expiar las impurezas corporales, era figura de la expiación de los pecados, que nos viene de Cristo.

Así pues, está claro que las ceremonias de la ley antigua no tenían virtud de justificar.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Aquella santificación de los sacerdotes, de sus hijos, de sus ornamentos y de cualesquiera otras cosas por la aspersión de la sangre, no es otra cosa que la dedicación al culto divino y la remoción de los impedimentos para la limpieza de la carne, según dice el Apóstol. Y era un anuncio de la santificación con que Jesús santificó al pueblo por medio de su sangre. La expiación era la remoción de las impurezas corporales, pero no la remoción de la culpa. Y así, se habla de la expiación del santuario, que no podía ser sujeto de pecado.

 

2. Los sacerdotes agradaban a Dios en las ceremonias por su obediencia y devoción y por la fe en las cosas figuradas, pero no por las ceremonias en sí consideradas.

 

3. Las ceremonias instituidas para la purificación del leproso no se ordenaban a curar la impureza de la lepra, lo que es bien evidente, pues no se aplicaban sino a los ya curados de dicha enfermedad. Por esto se dice en Lev 14 que el sacerdote, saliendo a su encuentro fuera del campamento, si le ha hallado curado de la lepra, mandará al que se purifica que ofrezca, etc. De modo que el sacerdote era juez de la curación de la lepra, pero no médico que cura. El objeto de estas ceremonias era quitar la irregularidad de la impureza. Dicen, sin embargo, que, si a veces el sacerdote se equivocaba en su juicio, curaba Dios milagrosamente al leproso por el poder divino, pero no por la virtud de los sacrificios. Como se pudría milagrosamente el seno de la mujer adúltera al beber el agua en que el sacerdote había pronunciado las maldiciones, según se dice en Núm 5,27.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva