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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 100

Los preceptos morales de la ley antigua

ARTÍCULO 11

 

¿Era conveniente distinguir otros preceptos morales además de los del decálogo?

 

 

Objeciones por las que parece que no era conveniente distinguir otros preceptos morales además de los del decálogo.

 

1. Dice el Señor en Mt 22: En estos dos preceptos de la caridad se resumen la ley y los profetas. Pero estos dos preceptos están explicados en los diez del decálogo; luego no era necesario dar otros preceptos morales.

 

2. Los preceptos morales se distinguen de los judiciales y de los ceremoniales, según se dijo. Pero las determinaciones de los preceptos morales generales pertenecen a los judiciales y ceremoniales, y los preceptos morales generales están contenidos en el decálogo o se presuponen al decálogo, como se dijo ya; luego no se ve conveniente añadir otros preceptos morales a los del decálogo.

 

3. Los preceptos morales versan sobre los actos de todas las virtudes, como se dijo atrás. Pues, como se dan en la ley preceptos morales fuera del decálogo sobre latría, liberalidad, misericordia, castidad, así debían darse preceptos sobre otras virtudes, por ejemplo, sobre fortaleza, sobriedad, y otras tales; lo que, sin embargo, no hallamos. Por tanto no están bien distinguidos en la ley los otros preceptos morales fuera del decálogo.

 

Contra esto: Está lo que se dice en Sal 18: La ley del Señor es inmaculada, convierte las almas. Pero también por otros preceptos morales que se añaden al decálogo el hombre se conserva sin mancha de pecado y su alma se convierte a Dios; luego a la ley tocaba dar otros preceptos morales.

 

Solución: Es manifiesto, por lo dicho antes, que los preceptos judiciales y ceremoniales sólo tienen fuerza de obligar por su institución, pues antes de ésta no importaba que una cosa se hiciera de esta o de aquella manera. Mas los preceptos morales reciben su eficacia del mismo dictamen de la razón natural, y aunque jamás sean establecidos por la ley. De éstos, hay una triple gradación: unos son certísimos y tan evidentes que no necesitan de promulgación, como son los preceptos del amor a Dios y al prójimo y otros tales, como se ha dicho antes, que son como fines de los otros preceptos, sobre los que no cabe error en el juicio de la razón. Otros hay que son más concretos, pero cuya razón el mismo pueblo alcanza a ver al instante y con facilidad; pero como en ellos pueden aún errar el juicio humano, por esto necesitan de promulgación, y éstos son los preceptos del decálogo. Otros hay cuya razón no a todos es manifiesta, sino sólo a los sabios, y estos preceptos morales han sido añadidos al decálogo y entregados por Dios al pueblo por medio de Moisés y Aarón.

Mas porque los preceptos que son de suyo evidentes son medios para conocer los que no lo son, por esto los preceptos morales añadidos al decálogo se reducen a los de éste a modo de suplemento. Así, por ejemplo, al primer precepto, que prohíbe el culto de los otros dioses, se añaden otros preceptos que prohíben cosas ordenadas al culto de los ídolos, como se ve en Dt 18: No haya en ti quien haga pasar por el fuego su hijo o una hija, ni quien se dé al maleficio y a los encantamientos, ni consulte a Pitones ni adivinos, ni busque la verdad entre los muertos. El segundo precepto prohíbe el perjurio, al que se añade la prohibición de la blasfemia en Lev 24 y de las doctrinas falsas en Dt 13. Al precepto tercero se añaden todos los ceremoniales. Al cuarto, que manda honrar a los padres, se añade el de honrar a los ancianos, según se lee en Lev 19: Álzate ante una cabeza blanca y honra la persona del anciano, y en general todos los preceptos que inducen a respetar a los mayores o a prestar favores, sea a los iguales, sea a los menores. Al quinto precepto, que prohíbe el homicidio, se añade la prohibición del odio o de cualquier atentado contra el prójimo, según aquello de Lev 19: No depongas contra la sangre de tu prójimo. Asimismo, la prohibición del odio fraterno: No aborrezcas a tu hermano en tu corazón. Al sexto precepto, en que se condena el adulterio, se añade la prohibición de la prostitución, según Dt 23: No habrá meretriz entre las hijas de Israel, ni fornicador entre los hijos de Israel. Y asimismo se prohíbe el vicio contra naturaleza, según Lev 18: No te juntarás con hombre, ni con bestia.

Al séptimo precepto, que condena el hurto, se añade la prohibición de la usura, según el Dt 23: No darás a usura a tu hermano; y la prohibición del fraude, según el Dt 25: No tendrás en tu bolsa pesas diversas, y en general todo cuanto tiende a cohibir la calumnia y la rapiña. En el octavo precepto, que prohíbe el falso testimonio, se añade la prohibición del juicio falso, según Ex 23: En un juicio no te dejes arrastrar al mal por la muchedumbre; la prohibición de la mentira: Huye de toda mentira; la prohibición de la detracción, según Lev 19: No vayas sembrando la difamación entre el pueblo. A los otros dos preceptos no se hace adición alguna, por cuanto en ellos la prohibición de la codicia es universal.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. De los preceptos del decálogo, unos se ordenan al amor de Dios y del prójimo por una razón de deber muy manifiesta; otros por razón menos clara.

 

2. Los preceptos ceremoniales y judiciales son determinaciones de los preceptos del decálogo en virtud de su institución, no en virtud del instinto natural, como los preceptos morales sobreañadidos.

 

3. Los preceptos de la ley se ordenan al bien común, según dijimos ya. Y porque las virtudes que ordenan a otro pertenecen directamente al bien común, e igualmente la castidad, por cuanto el acto de la generación sirve al bien común de la especie, por esto se dan de estas virtudes los preceptos del decálogo, y los otros añadidos. De la fortaleza dan preceptos los capitanes, que exhortan a los soldados en la guerra emprendida por el bien común, como se ve en el Dt 20, donde se ordena que el sacerdote diga al pueblo: No temáis, no os asustéis. Igualmente, la prohibición de los actos de la gula se encomienda a la autoridad del padre, por cuanto son contrarios al bien familiar; por donde en el Dt 21 se ponen en boca del padre estas palabras: No quiere escuchar nuestras advertencias, se dedica a las orgías, a la lujuria y a los banquetes.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva