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Sobre la ley

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STO. TOMÁS DE AQUINO

 

SOBRE LA LEY

 

SUMMA THEOLOGIAE

PRIMERA PARTE DE LA SEGUNDA PARTE (I-II)

(Trad. Luis Inclán)

CUESTIÓN 105

Naturaleza de los preceptos judiciales

ARTÍCULO 1

 

¿Ordenó la ley antigua convenientemente lo que atañe a los príncipes?

 

 

Objeciones por las que no parece que esté bien lo que la ley antigua dispone acerca de los príncipes.

 

1. Como dice el Filósofo en III Polit., el buen régimen del pueblo depende principalmente de la suprema magistratura. Pero en la ley nada se encuentra sobre la institución de la suprema magistratura y sí únicamente de los magistrados inferiores: primero en Ex 18: Escoge de todo el pueblo varones sabios, etc.; y en Núm 11: Elígeme setenta varones de los ancianos de Israel; y en Dt 1: Elegid de entre vosotros varones sabios e inteligentes, etc. Luego la ley antigua no ordenó suficientemente lo tocante a los magistrados del pueblo.

 

2. Es propio de los perfectos obrar con perfección, como dice Platón. Pero el régimen perfecto de una ciudad o de un pueblo está en ser gobernada por un rey, porque este tipo de gobierno es el que mejor reproduce el régimen divino, en el que un Dios gobierna el mundo. Luego la ley debió instituir desde un principio un rey sobre el pueblo y no dejar esto a su albedrío, como aparece por Dt 17: Cuando digas: Voy a poner sobre mi un rey, lo pondrás, etc.

 

3. Se dice en Mt 12: Todo reino en sí dividido será desolado, cosa que confirma la historia del pueblo judío, en el que la división del reino fue causa de su destrucción. Pero la ley debe mirar a lo que toca a la salud pública; luego la ley debió prohibir la división en dos reinos, y tampoco debió introducirse esta división por autoridad divina como se lee que fue introducida con la intervención del profeta Ahías de Silo.

 

4. Como son instituidos los sacerdotes para bien del pueblo en lo que toca a sus relaciones con Dios, según Heb 5, así los príncipes lo son para bien del pueblo en los asuntos humanos. Pero a los sacerdotes y levitas se les asignan por la ley medios de vida, como son los diezmos, las primicias y muchas otras cosas así; luego de igual modo debieron de asignarse a los príncipes medios para sustentarse, y especialmente porque se les prohibía aceptar obsequios, como se ve por Ex 23: No recibirás regalos, que ciegan a los prudentes y tuercen las palabras de los justos.

 

5. Como el régimen monárquico es el mejor, así la tiranía es la peor corrupción del régimen; pero el Señor, al instituir la monarquía, le dio al rey un derecho tiránico, pues se dice en 1 Sam 8: Este será el derecho del rey que reinará sobre vosotros: cogerá a vuestros hijos, etc. Luego la ley no proveyó bien a la constitución de los príncipes.

 

Contra esto: Está lo que el pueblo de Israel pondera sobre la belleza de su régimen, en Núm 24: ¡Cuán hermosos son tus tabernáculos, Jacob, y tus tiendas, Israel! Pero la hermosura del régimen de un pueblo depende de la buena institución de los príncipes; luego la ley proveyó debidamente a esta institución.

 

Solución: Para la buena constitución de los príncipes en una ciudad o nación es preciso atender a dos cosas: la primera, que todos tengan alguna parte en el poder, pues así se conserva la paz del pueblo, y que todos amen esa constitución y la guarden, como se dice en II Polit. La segunda mira a la especie de régimen y a la ordenación del poder supremo. De la cual enumera el Filósofo, en III Polit., varias especies; pero las principales son la monarquía, en la cual uno gobierna según su poder, y la aristocracia, o sea, el gobierno de los mejores, en la que unos pocos detentan el poder. La mejor constitución en una ciudad o nación es aquella en que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden ser elegidos y todos toman parte en la elección. Tal es la mejor constitución política, en la que se juntan la monarquía, por cuanto es uno el que preside, la aristocracia, porque son muchos los que participan en el poder, y la democracia, que es el poder del pueblo, por cuanto los príncipes pueden ser elegidos por el pueblo y al pueblo pertenece esa elección.

Tal fue la constitución establecida por la ley divina, pues Moisés y sus sucesores gobernaban al pueblo, gozando de un poder singular, lo que equivalía a una especie de monarquía. Después eran elegidos setenta y dos ancianos para ejercer el poder, pues se dice en el Dt 1: Tomé de vuestras tribus varones sabios y nobles y los hice príncipes; y esto era una aristocracia. Y a la democracia pertenecía el que eran elegidos de entre todo el pueblo, pues se dice en Ex 18: Escoge de toda la multitud varones sabios, etc., y eran elegidos por el pueblo, según Dt 1: Dadme de entre vosotros varones sabios, etc. De manera que era la mejor constitución política establecida por la ley.

 

Respuesta a las objeciones:

 

1. Aquel pueblo era regido por una especial providencia de Dios, según se dice en Dt 7: El Señor, tu Dios, te ha elegido para que seas su pueblo peculiar. Por esto el Señor se reservó la institución del jefe supremo. Esto es lo que pidió Moisés en Núm 27: Que el Señor, Dios de los espíritus de toda carne, conceda un hombre que mande sobre esta multitud. Conforme a esto, después de Moisés, fue constituido Josué. Y de todos los jueces que a Josué sucedieron, se lee que Dios suscitó un salvador del pueblo y que el Espíritu del Señor estaba en ellos, como se ve por Jue 3. Por esto, la elección de rey no la encomendó el Señor al pueblo, sino que se la reservó a sí mismo, como resulta de Dt 17: Pondrás por rey a aquel a quien el Señor, tu Dios, hubiese elegido.

 

2. La monarquía es el mejor régimen político si no se vicia. Pero, a causa del gran poder que se le concede al rey, fácilmente degenera en tiranía si no está adornada de gran virtud la persona a quien ese poder se confiere; pues, como dice el Filósofo en IV Ethic., sólo el virtuoso es capaz de soportar los favores de la fortuna. La virtud perfecta se halla en pocos; y los judíos eran crueles e inclinados a la avaricia, vicios éstos que arrastran a los hombres a la tiranía. Por esto el Señor no instituyó un rey desde el principio con poder absoluto, sino jueces y gobernadores para defensa del pueblo. Luego, a petición del pueblo y como irritado, les otorgó rey. Por eso respondió a Samuel, según 1 Sam 8: No es a ti a quien desecharon, sino a mí, para que no reine sobre ellos.

Sin embargo, desde el principio dispuso acerca del rey cómo habían de elegirlo, y que en esa elección atendiesen al juicio de Dios, y que no hicieran rey a alguien de otra nación, porque tales reyes suelen tener poco afecto al pueblo sobre quien reinan y, por tanto, cuidar poco de su bienestar. También ordenó sobre los reyes ya constituidos: cómo debían conducirse, que no multiplicasen los carros y los caballos ni las mujeres; ni riquezas inmensas, pues de la codicia de estas cosas se dejan arrastrar a la tiranía y abandonan la justicia. También ordenó cómo debían conducirse con Dios: que leyesen de continuo y meditasen su ley y viviesen siempre en el temor del Señor y en su obediencia. Finalmente, estableció cómo habrían de conducirse con sus súbditos: que no los oprimiesen y que no se apartasen de la justicia.

 

3. La división del reino y la multitud de las dinastías fue dado al pueblo, más que para bien suyo, en castigo de las muchas disensiones, promovidas sobre todo contra David, rey justo. Por esto se dice en Os 13: Te daré rey en mi furor. Y en Os 8: Se dieron reyes no elegidos por mí; constituyeron príncipes desconocidos para mí.

 

4. Los sacerdotes eran destinados a los ministerios sagrados por su nacimiento, para que fueran tenidos en mayor reverencia que si fueran tomados de cualquiera del pueblo, y este honor debía redundar sobre el culto de Dios. Por esto fue preciso señalarles medios de vida en los diezmos, primicias, oblaciones y sacrificios. Pero los príncipes, como se dijo atrás, eran tomados del pueblo, y ya tenían sus posesiones propias de qué vivir, y especialmente porque en la ley había prohibido el Señor que acumulasen riquezas, que usasen de gran aparato, ya porque así no se alzasen en soberbia y tiranía, ya porque, no siendo los príncipes muy ricos y siendo el gobierno penoso y lleno de solicitud, no sería muy apetecido por el pueblo, y se quitarían los motivos de sedición.

 

5. Semejante derecho no se le daba al rey por institución divina, sino que es anunciado como usurpación de los reyes, que se atribuían un derecho injusto, degenerando en tiranos, depredadores de sus súbditos, como aparece por lo que se dice al fin: Y vosotros seréis sus siervos. Esto es propiamente tiranía, pues los tiranos gobiernan a sus súbditos como si fueran siervos, y esto era lo que les decía Samuel para disuadirlos de pedir rey. Por esto sigue el texto: Pero el pueblo no quiso escuchar la voz de Samuel. Puede, sin embargo, suceder que un buen rey, en absoluto tirano, tome los hijos y los nombre tribunos y centuriones y exija muchas cosas de sus súbditos para atender al bien común.

 

 
     

SOBRE LA LEY

SOBRE LA LEY EN GENERAL

I-II, q. 90, La esencia de la ley

I-II, q. 91, Las distintas clases de leyes

I-II, q. 92, Los efectos de la ley

SULLE PARTI DELLA LEGGE

Ley eterna

I-II, q. 93, La ley eterna

Ley natural

I-II, q. 94, La ley natural

Ley humana

I-II, q. 95, La ley humana

I-II, q. 96, El poder de la ley humana

I-II, q. 97, Sobre la mutabilidad de las leyes

La antigua ley

I-II, q. 98, La antigua ley

I-II, q. 99, Los preceptos de la ley antigua

I-II, q. 100, Los preceptos morales de la ley antigua

I-II, q. 101, Los preceptos ceremoniales en sí mismos

I-II, q. 102, Razón de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 103, Duración de los preceptos ceremoniales

I-II, q. 104, Los preceptos judiciales

I-II, q. 105, Naturaleza de los preceptos judiciales

La nueva ley

I-II, q. 106, Sobre la ley del Evangelio, llamada ley nueva, en sí misma considerada

I-II, q. 107, Comparación entre la ley antigua y la nueva

I-II, q. 108, El contenido de la ley nueva